Identificación facial, control de temperatura, vigilancia por GPS y habilitación de permisos para circular en función de los datos que entrecruza el gobierno a través de inteligencia artificial y big data. Para algunos una restricción a la libertad, para otros, un mal necesario.
Hace tiempo que China hace uso de un sistema de vigilancia electrónica para conocer toda la información de sus ciudadanos. Sin embargo, la actual pandemia de COVID-19 echó luz sobre la utilización de estas herramientas de alta sofisticación, cuestionando la concentración de información con fines de control social.
Con la experiencia previa del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), también iniciado en China y que mató a casi 800 personas en todo el mundo hace casi 20 años, el gigante asiático ha adoptado una perspectiva diferente. En aquel momento las críticas estuvieron centradas en el manejo de información por parte del gobierno, su acción tardía y su intento de encubrir o minimizar el brote.
En la actualidad, el Ministerio de Industria envió un mensaje a las empresas e institutos de investigación de inteligencia artificial del país para que colaboren en la lucha contra el coronavirus. Desde entonces, ha puesto todo su arsenal tecnológico e innovaciones digitales a disposición.
LOS MÉTODOS Y SU LÍMITE
Los dispositivos que se utilizan hoy en día básicamente pueden rastrear todos tus movimientos, en todo momento y en cualquier lugar haciendo uso de la inteligencia artificial y del big data.
Desde cámaras infrarrojas capaces de detectar la fiebre con un rango de exactitud de 0,3°C, mapas que marcan viviendas de infectados, hasta el sistema de «nombre real» del ferrocarril, que brinda una lista de personas que se sentaron alrededor para conocer si se tuvo contacto con algún infectado, lo privado se torna público en cuestión de segundos.
Hay apps a las que se accede simplemente escaneando un código QR en las plataformas WeChat o Alipay y que rastrean a las personas para dar cuenta de si han tenido contacto con alguien infectado.
Otras aplicaciones para celular clasifican a los ciudadanos hasta habilitarles (o no) a ciertas acciones a través de los colores del semáforo: el verde, permite moverse con libertad; el amarillo, es si estuvo en zona de peligro (exige siete días en cuarentena); y el rojo si transitó zonas de alto foco infeccioso (exige cuarentena de dos semanas).
No cumplir con las disposiciones gubernamentales, conlleva apercibimientos y severos castigos.
Con las distintas necesidades de información, emergen nuevos dispositivos y exigencias, que podrían llevan a un poder sobre las poblaciones inédito y riesgoso.
CRITICAS Y REFLEXIONES
En un reciente artículo publicado en el Financial Times «El mundo después del coronavirus», el best seller Yuval NoahHarari propone un escenario en el cual el control también se podría dar “debajo de la piel”. A través de monitoreo biométrico, que controla la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca las 24 horas, los gobiernos pueden acceder a información respecto de qué cosas nos provocan tristeza, hastío, alegría y euforia.
En este sentido, plantea la importancia de hacer uso de las tecnologías, pero a la vez, que esta información no sea destinada para darle más poder a los gobiernos sino para empoderar a los ciudadanos y permitirles acceder a datos que colaboren en la toma de decisiones personales, así como hacer un seguimiento de las prácticas gubernamentales.
Presenta así algunos dilemas para nuestra generación, que se traducen en: vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano; y aislamiento nacionalista y solidaridad global.
El debate no está saldado pero las nuevas circunstancias nos obligarán a tomar posicionamientos en este mundo de información global.