En la campaña electoral en curso en Argentina ha circulado información falsa sobre candidatos y candidatas: desde subtítulos inventados en un diálogo entre el presidente Mauricio Macri y un granadero hasta mentiras sobre la actividad docente del principal candidato opositor, Alberto Fernández.
¿Cuáles son los efectos reales de la desinformación sobre los votantes?
No hay resultados concluyentes sobre los efectos de las noticias falsas en América Latina. Por ejemplo, un estudio indica que, aunque circuló información falsa en la campaña de Brasil en 2018, «no es posible afirmar con certeza cómo la mala información y la desinformación afectaron la votación».
En Estados Unidos, otra investigación muestra que, aunque 6% de la información que circuló durante la campaña presidencial de 2016 no era verdadera, su difusión fue muy concentrada: 80% de las noticias falsas fue vista por solo 1% de los usuarios de Twitter y tan solo uno de cada diez de usuarios compartió cuatro de cada cinco noticias falsas en esta red.
Por ello, Rasmus Kleis Nielsen, profesor de comunicación política y director del Reuters Institute for the Study of Journalism en la Universidad de Oxford, cree que «la gravedad de las noticias falsas varía de un país a otro». «A veces creo que corremos el riesgo de sobreestimar la escala y el alcance de los problemas que enfrentamos y cuán susceptibles son las personas a la desinformación», expresó.
El nivel de circulación de desinformación varía de acuerdo con las características de cada sistema político y mediático. Natalie Jomini Stroud, profesora de comunicación y directora del Center for Media Engagement de la Universidad de Texas en Austin, explica que «la polarización y los temores sobre la desinformación están relacionados. Si una sociedad está altamente polarizada y la información circula en distintas redes que rara vez se superponen, es más probable que la información errónea no sea controlada».
En contextos con alto nivel de polarización, como la Argentina, la desinformación podría incrementar el enfrentamiento entre grupos antagónicos, ya que «al encontrar información errónea que perjudica al otro partido, es más probable que la aceptemos, y es probable que contenga detalles que hagan que el otro partido parezca aún menos favorable», analiza Stroud.
¿Cuál es la responsabilidad de las redes sociales, muchas veces vistas como responsables de la circulación de información falsa? Homero Gil de Zúñiga, profesor de comunicación y director del Laboratorio de Innovación en Medios de la Universidad de Viena, propone que las redes sociales no tienen consecuencias unidireccionales y únicas, positivas o negativas en su totalidad: «Los medios sociales facilitan aspectos extraordinarios para implementar y fortalecer democracias más saludables, pero a su vez pueden poner en peligro los ideales de unas esferas públicas cívicas y racionales que también puedan ayudar a la democracia».
Gil de Zúñiga hace hincapié en la existencia de escenarios con efectos múltiples y complejos el rol de las redes para la expresión política. «Los medios sociales proporcionan, sin duda, una plataforma de salida para que muchos ciudadanos expresen sus puntos de vista políticos, que de otra manera, cara a cara les podría ser más adverso, difícil o incluso peligroso, dependiendo del contexto social y político. (…) Pero de igual manera, ese bajo coste de expresión puede facilitar narrativas de odio, discusiones políticas incivilizadas, o poco racionales».
No sólo las redes sociales, sino también otras plataformas, como los buscadores y los sitios para compartir videos, podrían contribuir al combate contra la desinformación de múltiples maneras, argumenta Nielsen: «Tienen mucho trabajo por hacer, como desarrollar más señales para distinguir contenido ampliamente confiable, proporcionar a sus usuarios más información contextual sobre las fuentes de información con las que se encuentran y rendir más cuentas sobre su responsabilidad, transparencia y debido proceso en torno a sus decisiones de moderación de contenido y la aplicación de los estándares de cada comunidad».
Por su parte, los periodistas y medios profesionales también deben aportar a la discusión sobre desinformación. Stroud subraya que «la principal contribución del periodismo a la democracia es proporcionar una fuente confiable de información sobre aquellos que detentan el poder y sobre aquellos afectados por el poder… Sin embargo, si el periodismo no es fáctico y confiable, y no obtiene la atención del público, no puede cumplir este papel».
Para esta especialista en periodismo y comunicación política, «los medios tienen la responsabilidad de minimizar la influencia de la información errónea. En algunos casos, esto significa compartir información correctiva utilizando los métodos más actualizados para hacerlo. En otros casos, significa no cubrir la información errónea si la cobertura podría aumentar la cantidad de personas a las que llega».
Nielsen describe que, aunque «diferentes periodistas tendrán diferentes ambiciones respecto a su trabajo, lo central es la ambición de dar a las personas información relativamente precisa, accesible, diversa, relevante y producida de manera independiente y oportuna sobre asuntos públicos y, por lo tanto, según la evocativa frase de Walter Lippmann, ‘hacer visible el mundo invisible’ para los ciudadanos del estado moderno».
La ciudadanía también es responsable sobre la manera en que se informa, comparte noticias y discute sobre política, particularmente en contextos polarizados. El académico de Oxford sostiene que «diferentes personas en diferentes contextos a menudo usan las redes sociales de maneras muy diferentes y con propósitos muy diferentes, y que tanto el contexto político como el de los medios configuran profundamente las implicaciones sociales más amplias de su surgimiento».
Fuente: https://www.infobae.com/
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